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El discurso del odio con piel de oveja...
Segunda entrega
El cliché monótono de la intolerancia es un ejercicio en el que la derecha y sus medios en Bolivia dotan de nuevo contenido a una palabra; pretenden establecer su definición como única aunque se contradigan. Su acusación de intolerantes a los indios salvajes o al gobierno de la “dictadura” se presenta revestida de argumentos “racionales”, es decir, apuntalando su pretensión lógica como verdadera y racional, como silogismo de antes: “Yo sé qué es la democracia, tú no, por tanto yo digo la verdad y tú eres intolerante”. Dicha manipulación lingüística está marcada también por todas partes de etiquetas racistas del pasado, perfilando a los indios como entes carentes de educación y de cultura, de civilidad.
Toda esa construcción retórica tiene su raíz en la colonización a gran escala en el siglo XVI y la infantilización de los indios aún presente en Bolivia. Hoy puede reducirse a una sola idea: no nos dejan ser lo que queremos (el grupo al mando) y los que gobiernan no hacen nada bien desde el poder. Los columnistas y los expertos consultados por los medios (ex funcionarios, analistas, académicos) no nada más critican lo que hace el gobierno, también explican cómo deberían hacerse las cosas... que evidentemente no hicieron bien cuando ellos y sus líderes políticos mandaban (¿por qué?).
Ejemplos sobran pero bastaría con mencionar a gente como Carlos Valverde o Humberto Vacaflor que, so pretexto de consultorías periodísticas, cobraron jugosamente para enaltecer al gobierno de facto de Jeanine Añez y al mismo tiempo negar la narrativa del golpe de estado. Valverde cobró casi 11 mil dólares y Vacaflor 12 mil. O el estilo de Página Siete, que normalmente consulta expertos contrarios al gobierno de Luis Arce Catacora, por lo que cada elemento “noticioso” se convierte en prueba de la incapacidad de su gestión o suma a esa narrativa en la que la conjura para derrocar a Evo Morales fue no solamente legal sino legítima 1. No se trata de una posición crítica ante el poder sino de una impostura contra un gobierno y todo su hacer.
Desde las redes sociales y su blog, Carlos Mesa ha publicado decenas de propuestas y documentos analíticos en los que, como todo político liberal, expresa su modo de entender el mundo, de hacer las cosas y de organizar un gobierno. En todos, además de ser propositivo, siempre desliza comentarios o calificativos sobre mentiras, fraude y dictadura.
Durante la larga y atropellada campaña electoral de 2020, por ejemplo, Luis Fernando Camacho y Marco Pumari pretendieron hacer proselitismo en La Paz en la Feria de las Alasitas. Fueron abucheados e “insultados”, también recibieron el impacto cruel de algún objeto no contundente. Los candidatos de Creemos a presidente y vicepresidente recibieron la solidaridad de Carlos Mesa y Jeanine Añez, entro otros ante la “intolerancia”. Sobre el evento informaba Brújula Digital ese día que a Camacho y a Pumari les dijeron “oportunista”, “racista”, “doble moral” y “asesino” 2. Menos mal que no fueron apaleados como algunos choferes de minibús durante la revuelta pitita.
La misma nota de Brújula Digital, dirigida por Raúl Peñaranda, cita un tuit de Mesa que abunda en esa manipulación del lenguaje que entroniza a la derecha boliviana como demócrata y demanda tolerancia durante la campaña:
Recuperamos la democracia para respetar a las personas y sus derechos. A tiempo de rechazar la agresión sufrida por Luis Fernando Camacho este mediodía, convoco a la ciudadanía y a los actores políticos de la próxima campaña electoral, a comportarse con respeto, tolerancia y en paz.
Si hubiera que evaluar a Mesa y a esa “recuperación” no queda mucho que decir: recuperaron el mando del estado boliviano durante 13 meses y, por más críticos que fueran con Jeanine Añez o Arturo Murillo, su forma de la democracia se expresa también en una peculiar tolerancia armada y amenazante que no combatieron, preocupados por llegar al poder por la vía de las urnas (Mesa o Camacho, Tuto Quiroga o la Añez candidata).
Pero Mesa no solamente quiere tolerancia y respeto para sí y los que son como él. Con sus decenas de propuestas y denuncias deja también claro que no solamente cree que sabe más y mejor que la gente que le ganó las elecciones el año pasado. Todo el caudal de articulitos y de tuits luego de su derrota lo perfilan como incapaz de tolerar nada que no sea como él dice que tiene que ser... menos si es una acción del gobierno boliviano de hoy.
En el terreno de lo social, políticos y analistas (y sus medios de comunicación) demandan un sentido ahistórico de la tolerancia de los herederos de la explotación y la marginación que les permitió a ellos heredar la base material de sus existencias (o a algunos trepar a ese nicho de riqueza para no sufrir). Como los nazis antes de asaltar el poder en 1933, a fines de 2019 la derecha boliviana proclamaba en esos días defender sus derechos, equiparados con democracia y nación, atacando todo lo que no era apto para sus fines (retomar el poder, aunque fuera por la fuerza) y reclamando para sí la representación absoluta de la voluntad popular ante una “dictadura” fraudulenta que no toleraba el disenso.
Podemos suponer entonces que el diálogo que organizaron los jerarcas de la iglesia católica para conjurar a los líderes de la derecha fue un ejercicio de tolerancia en el que, aún rechazándolo, tuvieron que escuchar propuestas como la de Luis Fernando Camacho de establecer una junta cívica militar o, en su infinita tolerancia religiosa, aceptaron que Víctor Borda renunciara a la Presidencia de la Cámara de Diputados forzado por la quema de su casa y el secuestro de su hermano 3. Quiero decir que para los conjurados, que luego se disputarían los votos, tolerancia significa aceptar hasta crímenes para lograr sus fines y todo lo que contradiga sus ambiciones y su visión del mundo es intolerable o, según ellos, intolerante.
Porque, siendo consecuentes con lo que representan, los miembros de la derecha no son un discurso que hace sentido común en la sociedad en su conjunto, como probaron las elecciones generales de 2020. Sus ideas y sus acciones son las de los disidentes. Sin embargo, la incomunicabilidad de sus valores mencionada en la entrega anterior no ocurre porque la mayoría india de Bolivia no tiene cultura o educación. Lo que pasa es que Mesa y Camacho (no tan distantes en sus discursos como ellos mismos se quisieran), lo mismo que los otros aquí mencionados, pretenden que los indios y los pobres toleren valores e ideas que fueron (y son) el sustento ideológico de su dominio; otorgarles la tolerancia que demandan sería una nueva forma de sometimiento que la gente en El Alto o en la zona sur de Cochabamba ya no quiere sufrir ni con privatizaciones ni con masacres. No es posible tolerar un discurso que atenta contra la vida, lo entienden a veces en Europa desde que cerró Auschwitz y a veces en Estados Unidos cuando ocurren los asesinatos de afroamericanos, por citar dos ejemplos nunca mencionados en la retórica blancoide boliviana que tanto se mira en Occidente. Lo que Mesa, Camacho, Murillo y Doria Medina (y sus medios) expresan no es su derecho a ser escuchados (tolerancia) sino la superioridad aparente de sus valores, no hacen una defensa sino la apología de su doctrina.
La homogeneidad resultante de tolerar esa imposición (esa uniformidad de la vida en la que las diferencias se hacen borrosas, parecen desvanecerse en el discurso) no devendría nunca en una igualdad deseada ni sería producto de diálogo alguno para el pequeño universo “pitita”, es más bien producto de la fuerza, ya sea ideológica o militar (o ambas, como en noviembre de 2019). Eso lo demostraron los ministros fugados de Jeanine Añez (Arturo Murillo, Fernando López y Yerko Núñez) con balas y amenazas de toda clase.
Además, su tolerancia es artificial. Presumen haberla aprendido leyendo y discutiendo libros, principios, valores éticos y morales que les son queridos (como los cristianos). Pero la tolerancia no es algo para lo que puede uno recibir entrenamiento (o únicamente educación), es un ejercicio de la voluntad individual y colectiva que tiene lo mismo rasgos racionales (raíces) que emocionales (sensibilidad). En eso el iracundo Mesa o el arrogante de Luis Fernando Camacho son como Arturo Murillo o los mandos militares y policiales que se replegaron en 2019: matonean con su discurso cuando se sienten seguros y se acogen al silencio cuando no están en su terreno 4.
Similar asunto hubo a principios de junio de 2021, luego de la fugaz pelea a golpes en la Asamblea Legislativa entre diputados del MAS y de la oposición, el comunicado al respecto del Comité Cívico Pro Santa Cruz respalda a los parlamentarios cruceños “agredidos” durante la sesión e “intimidados por una turba” de masistas afuera del recinto parlamentario. Como siempre, resalta a sus “héores" como “bolivianos que son amedrentados constantemente por seguir luchando por la libertad y la democracia”, sin aclarar de quién se liberan pero implicando por supuesto que los otros, los agresores, no son democráticos ni tolerantes 5. La turba, por cierto, eran los familiares de los fallecidos en la masacre de Senkata...
El detalle más singular de este universalismo cotidiano que suelen balbucir los blancos caballeros del oriente, es una frase que inicia “En democracia, las minorías deben ser respetadas”: asumiéndose al menos por un instante como lo que siempre han sido.
De todos modos, los Murillo y los López, los exgenerales y los exviceministros más locuaces, dejaron asentado que los uniformados (esos lúcidos bolivianos que “recomendaron” renunciar a un presidente, en consonancia con los conjurados de Obrajes) eran los guardianes del orden, los valedores de la patria. Ofrecieron garrote y cárcel, regalaron metralla. La intolerancia de que hablaban los Mesa y otros (ante las ofendidas huestes “salvajes” que gritaban en noviembre de 2019 “Ahora sí, guerra civil”), lo de pelear entre bolivianos, todo eran reprobaciones mientras que sus acciones delimitaban con toda claridad el verdadero significado de sus palabras. De la justicia de sus actos deberían responder, y los muertos alteños en Senkata serán testigos de cargo.
Referencias
1. <https://www.telesurtv.net/news/bolivia-gobierno-facto-pago-periodistas-desprestigiar-evo-morales-20210427-0020.html>.
<https://www.paginasiete.bo/nacional/2021/1/22/gobierno-de-arce-retoma-la-construccion-del-estado-plurinacional-basado-en-ejes-281935.html>.
<https://www.paginasiete.bo/nacional/2021/1/18/autoridades-limitan-preguntas-informacion-los-periodistas-281512.html#ancla-comentarios>.
2. <https://www.brujuladigital.net/politica/jeanine-anez-y-carlos-mesa-se-solidarizan-con-camacho-y-pumari-por-actos-de-intolerancia-sufridos-en-la-feria-de-la-alasita-de-la-paz>.
3. Memoria de los hechos del proceso de pacificación en Bolivia. Octubre 2019 Enero 2020, Conferencia Episcopal Bolivia, pp. 7, 9.
4. <https://carlosdmesa.com/2021/06/17/razones-por-las-que-ejerzo-mi-derecho-a-constitucional-a-no-declarar-como-testigo-en-el-falso-caso-golpe-de-estado/>.
5. <https://twitter.com/FreddyteleSUR/status/1402744361339822084?s=20>.